Parroquia Santísima Trinidad

De la oración a la acción y de la acción a la oración.

Por: Néstor Jaimes Márquez

"La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos"

Necesitamos clamar-orar-pedir al Espíritu Santo este regalo “tener un solo corazón y una sola alma”. Ser integremos personal y comunitariamente (parroquialmente). Poner en común nuestro talento, aquello en lo que somos buenos, lo que sabemos hacemos, con lo que podemos aportar para lograr los objetivos que nos planteamos. Junto podremos llegar a la meta que es evangelizar, es decir, hacer discípulos-misioneros de Cristo-Señor para que nuestros pueblos en Dios tengan vida.

La dinámica de estos días nos permitió reunirnos como miembros activos de la Parroquia Santísima Trinidad. Luego de escuchar cada intervención, aporte, propuesta deseo compartir algunas ideas que vinieron a mi mente y resaltar lo siguiente:

  1. No hacer nada sin oración. Hay expresiones, frases, dichos que nos ayudan a caminar. Citemos una de san Agustín «La oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros» (Carta a Proba). La oración es un dialogo, una conversación, es hablar con… ante la situación que estamos viviendo es importante volver a Dios en oración.
  2. Dios nos habla. El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 2653 expresa “La Iglesia «recomienda insistentemente a todos sus fieles […] la lectura asidua de la Escritura para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3,8) […]. Recuerden que a la lectura de la sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (DV 25; cf. San Ambrosio, De officiis ministrorum, 1, 88).” Al leer la Biblia (la palabra de Dios) escuchamos al Dios que nos habla.
  3. La vida. Cada persona tiene una realidad: ser personal, psicología, afectos, relaciones con las demás personas, familia, vecinos, trabajo, economía, miembros de la parroquia, etc. Es importante evaluar ¿Cómo vivimos cada dimensión de nuestra vida? Somos seres integrales. En todas las áreas de nuestra vida debe reinar Jesucristo. Por tal motivo, nuestro proceso de conversión es permanente. No estamos acabados. Estamos en camino a la santidad, esta es la llamada y voluntad de Dios para cada uno de nosotros. Dios es santo y nos quiere santos. Sin embargo, tenemos una resistencia al cambio, nos acostumbramos a una zona que podemos denominar cómoda, quedamos como dormidos sin iniciativas. Es bueno entonces reaccionar y estar atentos a los instrumentos que Dios utiliza para llamarnos la atención, para exhortarnos, para corregirnos. Esta evaluación y autoevaluación debe ir de la mano de una visión crítica. No se puede llamar bueno a lo que es malo o viceversa, no podemos caer en un relativismo, o criterio de solo lo que me conviene. ¿Nos hemos equivocado? Sí. ¿Necesitamos mejorar? Sí.
  4. Comunidad-Servicio.  “No todos servimos para todo pero todos servimos para algo” más que un slogan es que cada miembro de la parroquia este en el lugar donde Dios le llama, sirva con el carisma que Dios le ha regalado, evangelice y construya el Reino de Dios en el momento presente y con lo que es. Escribió Pablo VI: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos”. Es un llamado urgente a la coherencia de vida personal y comunitaria. Sobre el servicio debemos indicar lo siguiente: cuando damos, cuando nos donamos recibimos. ¿Por qué? Leemos en el libro de los Hechos 20, 35 “Hay mayor felicidad (alegría) en dar que en recibir. Alguien puede dar mucho, poco, pero la suma de lo que se da con amor es gracia abundante. Hoy, aquí, ahora, debemos dar con amor desde nuestra pobreza.
  5. Valorar los sacramentos. En los sacramentos recibimos gracia. En primer lugar, destacaremos la confesión. La penitencia o confesión nos permite reconciliarnos con Dios y recibir la fuerza para reconciliarnos con los hermanos, nos reconocemos pecadores y asumimos en lo que hemos faltado. Es hora de volver a Dios y acudir a los confesionarios. En segundo lugar, la eucaristía. Es banquete en la mesa de la palabra de Dios y es banquete en la comunión del cuerpo, sangre, alma, divinidad del Hijo de Dios. La eucaristía es presencia real de Dios vivo, es amor de Dios hasta el colmo, hasta el extremo, hasta la locura. La misericordia de Dios es eterna y podemos vivirla, experimentarla en cada sacramento. Cuidado, con no vivir y acudir a Dios en estos sacramentos.
  6. Sentido de pertenencia. Yo soy parte de, formo el cuerpo de Cristo con. En este campo debemos estar alerta para no dar chance a la división, a la rivalidad, al pecado, al enemigo. Si nos miramos a nosotros mismos dejamos de mirar al Señor y nos perdemos. Si verdaderamente nos centramos en Dios, en Jesucristo el Señor, el Espíritu Santo obrara en nosotros la unidad para la gloria de Dios Padre.

Finalmente, tenemos mucho por delante, mucho por hacer, mucho por construir, mucho por cambiar, mucho por corregir, mucho por amar. Es hora de actuar. Es hora de obrar en Dios y para Dios. Nos llegó el tiempo de orar, de ayunar, de obrar la voluntad de Dios. En el camino nos equivocaremos, caeremos, si llega alguno a desanimarse por favor no desanime al que está animado, tomemos la mano del que esta caído, valoremos el trabajo del otro, apreciemos lo que hacen los demás, si se tiene que corregir a alguien lo primero es amar, en otras palabras, hay que corregir con amor y en el amor. Por los frutos de esta reunión, de cada iniciativa reconoceremos si le estamos haciendo caso a Dios o no.

La Santísima Virgen María quien es hija del Padre Dios, madre del Hijo de Dios Jesucristo y esposa del Espíritu Santo nos enseñe a orar, a escuchar la palabra de Dios, a decir que sí al plan de Dios y a obrar en el nombre de Dios. Ruega por nosotros Santa Madre Dios.

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